19 de enero de 2011

I

Hace cuarenta años que sigo metida en este palacio de Tordesillas sufriendo por tu ausencia. Felipe de la casa de Habsburgo, llamado Hermoso, ¡amado mío! Todos los días extraño ver tu claro rostro y sentir la ternura de tus manos... aunque las recuerdo frías del momento en el que me despedías tumbado en la ataúd...
Oh, dime: ¿Qué valor tiene la vida pasada en la prisión de mi soledad? ¿Qué valgo yo, la mitad del todo, la mujer sin su marido, que le parecía dar un significado a su vida?
El sol se está poniendo para que nazca la noche. Es una noche perfecta para responder por fin a las preguntas que no me dejan dormir en paz. Quizá encuentre el sentido de mi existencia, recordándomela paso a paso durante esta noche más oscura y, como presiento, una de las últimas de mi vida...

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