6 de febrero de 2011

IV

Habían pasado dos semanas antes de que llegaste. El día 18 de octubre la fabulosa campanada anunció a toda ciudad de Lille que el Hermoso Príncipe la honró con su presencia. 
Cuando te vi... ¡ah! No hay palabras que describan lo que sentí en ese momento. Todos mis sueños se cumplieron al ver tu sonrisa tierna y sentir el primer tacto de tus manos. Sin embargo, a pesar de mi alegría, me sorprendió tu impaciencia cuando me pediste que viniera a tu cuarto por la noche. Todo el día sentí una gran excitación confundida con un miedo incesante. El corazón luchaba con la prudencia, mi cuerpo dirigido por un deseo creciente ahogaba al alma que pedía ayuda a Dios. La religión lo ponía claro que la relación física con un hombre antes de la boda era un pecado imperdonable pero mi corazón me decía lo contrario. Al final del día acepté la invitación tuya temblando de agitación...

Todo lo que ocurrió después de haber pasado por la puerta de tu dormitorio cambió mi vida para siempre. En la oscuridad del cuarto sentí tus brazos apretándose en mi cintura, tu aliento agitado, cuyo sonido resonaba entre las paredes de piedra, casi me hizo perder la conciencia. Y la delicadeza con la que me habías tratado por la mañana... se convirtió en una impetuosidad salvaje... Era entonces el momento en el que conocí por primera vez tu ansia loca por la que luego sufrí tanto... La ansia del amor, del poder, de dominación. Pero juro a Dios que era también el momento en el que te apoderaste de mi corazón y de mi mente. Todo aquello me hizo rememorarme esa noche todos los días que paso aqui pasivamente acompañada solo por la sombra del pasado...

No hay comentarios:

Publicar un comentario