28 de febrero de 2011

VI

El día 24 de febrero del año 1500 di a luz a mi segundo hijo. Carlos iba a reforzar el patrimonio de sus antecesores y hacer cosas espléndidos en su vida de los que os hablaré algún día. Se debe prestarlas más atención.

Como ganamos el poder en las Coronas de Castilla y de Aragón, nuestra llegada fue indispensable. Los Cortes tuvieron que reconocernos como los sucesores del trono del imperio de mis padres. Pero no pudimos ponernos en camino enseguida, porque por tercera vez iba a dar a luz un fruto de nuestro amor, Felipe.

Isabel, como la llamamos a en el honor de su abuela, nació en junio del año 1501. Era una niña admirable, pero no tuve la oportunidad de estar mucho tiempo a su lado. Isabel pasó la infancia en el corte de su querida tía, Margarita, en Malinas. Después de obtener la educación apropiada, la casamos con Cristián II de Dinamarca. Algún tiempo después me enteré de que no era feliz, pobrecita mía. La vi por la última vez cuando mi hija tenía cinco años. Su prematura muerte nos separó para siempre...

En octubre empezamos el viaje a la Corona. Francia y nuestro país firmaron un tratado de paz y en este tiempo pudimos cruzar el territorio, que casi siempre nos consideraba como enemigos.
El rey francés, Luis XII, nos recibió muy amablemente. Era obvio que quería quedar con nosotros en buenas relaciones. Tú, mi marido, eras un buen amigo de Francia, lo que siempre te producía dificultades, especialmente en contacto con mi padre. Como conde de Flandes podías formar parte del parmalento francés.Mientras estábamos en Francia tuviste mucho placer de todo lo que nos organizaba Luis, todos los bailes, las cazas y fiestas... Yo prefería quedarme en la sombra para no inquietar demasiado a mi padre.

Por fin al principio del año 1502 comenzamos el camino de nuevo. En la ciudad de Fuenterrabía pasamos la frontera híspanica. Nos recibieron ahí con mucho esplendor. Mi corazón se alegraba tanto como no lo había hecho desde muchísimo tiempo.El día 7 de mayo llegamos a Toledo, donde nos esperaban mis padres, Isabel y Fernando. 

 mi hija Isabel

20 de febrero de 2011

V

No puedo parar de rememorar esos momentos de éxtasis contigo durante aquella noche... Entonces abrigué esperanzas de que sería la única mujer en tu vida, aunque cundían los rumores de que eras un mujeriego enorme. La atracción física entre nosotros fue muy intensa, no nos dejó esperar más con la boda. Lo que en principio fue sólo la conveniencia política, terminó siendo por pasión. Tanto te deseaba, Felipe, ¡amor mío! Y la ceremonia…lo recuerdo perfectamente y nunca olvidaré. El 21 de agosto de 1496, en Lille ¿recuerdas? Se acerca el aniversario de ese día, lo cual me hizo la mujer más feliz del mundo. En aquel momento…


Desde el principio de nuestro matrimonio nos controlaban a nosotros mis padres, cuya inquietud no les dejaba confiarme totalmente. Pero los matrimonios de nuestros hermanos también tenían verdaderos problemas graves. Mi hermana Isabel fue casada con un príncipe portugués, Manuel, que murió 5 años después de la boda. Los reyes efectuaban la política matrimonial con mucha curiosidad de ahí que casaran mi hermano Juan con tu hermana Margarita de Austria. Desgraciadamente Juan murió 6 años después de la boda por demasiada actividad sexual de su esposa joven. Lo que más, tu hermana murió mientras daba a luz el niño, Miguel, que también acabó su vida en la edad de 2 años. ¡Qué injusticia del Dios!


Quizás mis padres quisieran mejor estado para mí y por eso se metían tanto en nuestra vida matrimonial. Enviaron a mí un cura, Tomás de Matienzo, para que se enterara de todo. Recuerdo que ya sabía el motivo de su visita y no le confiaba, era hosca a él. Intentaba ocultar nuestros problemas, cariño, los trataba como temporales. Estaba en embarazo avanzado con la esperanza de mejores relaciones futuras. Nuestras noches comunes me iluminaban la oscura vida cotidiana. El cura me visitó unas veces y escribió unas cartas a mis padres. ¿Qué escribió? Ni idea, pero me impulsaba que también lo hiciera yo. No sentía necesidad. Eché, además, unos confesores que me visitaron a mí. Y el nacimiento de nuestra hija, Leonora…desde ese momento algo cambió en mi alma…Ocurrí a Tomás el problema financiero y matrimonial, empecé a ser más religiosa. Pero las fiestas que organizabas… el esplendor, embriaguez… yo, creciendo en un ambiente severo y modesto no pude encontrarme en una vida así.


6 de febrero de 2011

IV

Habían pasado dos semanas antes de que llegaste. El día 18 de octubre la fabulosa campanada anunció a toda ciudad de Lille que el Hermoso Príncipe la honró con su presencia. 
Cuando te vi... ¡ah! No hay palabras que describan lo que sentí en ese momento. Todos mis sueños se cumplieron al ver tu sonrisa tierna y sentir el primer tacto de tus manos. Sin embargo, a pesar de mi alegría, me sorprendió tu impaciencia cuando me pediste que viniera a tu cuarto por la noche. Todo el día sentí una gran excitación confundida con un miedo incesante. El corazón luchaba con la prudencia, mi cuerpo dirigido por un deseo creciente ahogaba al alma que pedía ayuda a Dios. La religión lo ponía claro que la relación física con un hombre antes de la boda era un pecado imperdonable pero mi corazón me decía lo contrario. Al final del día acepté la invitación tuya temblando de agitación...

Todo lo que ocurrió después de haber pasado por la puerta de tu dormitorio cambió mi vida para siempre. En la oscuridad del cuarto sentí tus brazos apretándose en mi cintura, tu aliento agitado, cuyo sonido resonaba entre las paredes de piedra, casi me hizo perder la conciencia. Y la delicadeza con la que me habías tratado por la mañana... se convirtió en una impetuosidad salvaje... Era entonces el momento en el que conocí por primera vez tu ansia loca por la que luego sufrí tanto... La ansia del amor, del poder, de dominación. Pero juro a Dios que era también el momento en el que te apoderaste de mi corazón y de mi mente. Todo aquello me hizo rememorarme esa noche todos los días que paso aqui pasivamente acompañada solo por la sombra del pasado...